Adrian VeMo

El grito del Mar

Oh! Inmenso azul, longevo herido
levanta tu verde canto: de brisa y humedad tenue.
Tu superficie infinita
es un pobre lomo de hierro líquido.
En tus profundidades hay jardines marinos
arcanos animales.
Paraíso acuático.
Indomable eres con el pescador,
pero a quien te sabe acariciar
le abres ese cofre rico en oro: de carne y espina.
Yo no he crecido como el pescador
que vive pisando más tus aguas que la tierra.
Yo vengo a tí
cuando el verano se acerca con brazos ardientes,
me acerco a tus pies, disparo mi mirada y me siento un grano más en la arena.
Pequeñito.

 

 

Las olas que delicamente descansan en las orillas
me invitan a conocerte por dentro
me apresuro y sientes vergüenza;
me zambullo,
mis ojos nadaban en tu dolor, estabas sucio.
Eras un juguete mal querido, por dentro.
Entiendo tu grito cada vez
que estiras la piel de tu superficie y revientas
como si se tratase de un visaje de atención y desahago.

 

 

Te manchan de punta a punta.
Has visto, vivido y soportado guerras
te han partido como un pedazo de pan
te han puesto límites.
Cargas fábricas pesqueras
no cobras ni condicionas nada, sin embargo te tragas sus desperdicios.

 

 

Pero eres hermoso.
El cielo en tu transparencia se peina. Desenreda sus nubes.
Igual que la luna eres testigo de amores náuticos
y cuando una mujer llora en un puerto sus lágrimas
al caer te pesan más.
Has apreciado junto a los amantes el ocaso
que silenciosamente luego escondes en tu vientre.
Las estrellas se reflejan en tí y parecen alcanzables como un pez.

 

 

Tu con agrado o desgrado
aprecias todo y no te corres.
Has ocultado historias, leyendas de dioses y sirenas
en alguna costa.
Piratas te desnudan para buscar su tesoro.
Tú no eres un mito, existes entre las tierras.
Quiero soñar nadando en tus aguas mansas.

 

 

Oh! viejo azul