- EL PODER -
Teníamos de todo:
perlado el ombligo,
una musa prostituida
y un flamante car mostrándonos.
Era imposible equivocarse,
con todos los truenos afónicos
y un mostrador para bebernos
con media rodaja de limón lustrado.
Sin duda, éramos dichosos, amigo,
sorbíamos la vida sin preguntas
eyaculando todas las noches
sobre lo que diríamos mañana.
Tal y cómo queríamos que fuese.
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