Cada mañana al despertar un dolor cobijaba mis pensamientos
y la brisa escondía sus alas para poder calmar
ese susurro impetuoso y molesto de infelicidad;
una tarde calurosa con unas gotas muy esquivas
y esporádicas brotaban en mi, para aliviar ese desierto de fatalidad.
Me propuse doblegar mi rebeldía y dejar que
creciera la raíz de la esperanza
que se permite vislumbrar cuando las dificultades
generan fruto y el gozo se ve reflejado
en aceptar y mejorar las acciones que de una u otra manera
te hacen ser esquivo y huraño frente a los demás.
Se preguntaran quien la escribe y a quien va dirigida
solo puedo decir para la persona que este dispuesta a escuchar.