Cuando en la cúspide del sueño milenario,
el legendario conde Le Carnac,
destapa soles (sus amores solitarios),
ni se detiene en su constante respirar;
fluye cual lumbre su desesperado anhelo
en el deshielo de su absorta soledad...
Se ha decidido, ya nunca más
hará justicia ni reclamará...
es tan ferviente este deseo que su mente
ni aún obligado, claudicará...
Michel Stephan Jean Baptiste Le Carnac,
alucinado de la eterna eternidad,
ya no cuestiona los gusanos ni las sedas
ni así tampoco la magra austeridad.
Lo ha proclamado, lo dejó escrito,
lo están cantando los juglares y los grillos,
es algo serio, un desafío,
y así lo hará...
Su madre dijo que tuvieran tolerancia,
desde muy niño ya demostró
que aunque lo acusen de flaqueza y arrogancia
no cejará en lo que pensó...
Cuando los soles terminaron de juntarse,
nuestro mentado, malogrado Le Carnac,
tomó la copa que su madre le alcanzara
(con el veneno) y la bebió...
Después del tiempo establecido de dolores
(que aprovechara cerrando las persianas),
rasgó con ganas la gran colcha de la cama
y se durmió...
Pero no tengan esperanza, ya la historia
en un presente del futuro nos dirá,
que Destructores de Sueños mercenarios
lo despertaron... (a Le Carnac).