En tu invierno particular
aquel
cuando las muchachas todavía no han pecado
me escondo bajo tus sábanas
Y sé que estas allí
aunque me observes distante
muerta de frío por dentro
Embelesada de otro ser
Confiándote siempre
en que la premura es tu armadura predilecta
para el combate entre dos labios
tan hastiados
del reconocimiento previo al olvido
De la desazón de dos almas que no se caben en una
Yo me inundo en tu sudor
en tu gélida cicatriz rescaldada al interior
En tu casita de muñecas perfecta
llena de corazones rotos