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El maestro y el Silencio.

—Querido maestro, podrías decirnos algo sobre la importancia del silencio? —indagó el discípulo.

—Por supuesto, amado discípulo —dijo el maestro—, no solo de su importancia, sino también de su necesidad.

«En efecto, el Universo fue creado a partir del silencio. Es el principio de todo y el final de todo. El silencio es paz, es vida, y tiene la capacidad de expandirse y transmutar: del dolor a la dicha, de la inquietud a la paz, de la ignorancia al conocimiento y de la mortalidad a la inmortalidad.

El silencio, en lo científico, es ausencia total de la sensación auditiva y la ausencia de la interferencia de las cosas. No es aceptar la falta de comunicación.

El silencio se manifiesta para que reconozcas tu falta de conocimiento, y a partir en su búsqueda. En silencio uno observa y crea.

El silencio te muestra el otro lado del ruido: lloras por una batalla ganada, porque alguien la habrá perdido. En silencio se acoge a cualquier corazón herido.

El silencio, sabiamente aplicado, no es una acción, sino un estado: de atención, de contemplación, de respeto, de reflexión, de armonía, de concentración y de enfoque.

El silencio no busca hacer hablar o hacer callar: es neutral —solo tu actitud le lleva a percibirlo como negativo o positivo, por lo tanto, no es un arma que usas para defenderte o agredir.

Necesitas del silencio para conocerte, para concentrarte, para meditar y para conocer, también, aquello que solo se manifiesta en silencio: Dios.

Estar en silencio, entonces, queridos discípulos, es estar en paz, y estar en paz es estar con Dios.