Hay momentos del día, por ejemplo, una sombra en octubre o una escarcha en abril en los que tienes y nunca sé por qué plomiza la mirada y entonces me doy cuenta de que a veces la vida se nos muestra a través de la bruma y hay preguntas que sobran y hay figuras inexactas de anhelos que no tienen contorno. Como el pájaro bobo, las palabras regresan a sus nidos y nos dejan buscando en las cunetas un mutismo, un discurso fugaz, alguna sombra de las nubes espesas que hemos sido. Esos días quizás tienen la clave de por qué una mirada es como un lago impenetrable a la luz en que la vida se hubiera detenido para siempre y dan pena los campos y tú y yo somos esos instantes irreales que aún esperan un tren que ya no existe.