Por sórdidos e inhóspitos parajes,
en desolado tránsito errabundo,
arrastran su existencia lastimosa
tantos infortunados indigentes.
El desamparo, el hambre y la pobreza
son sus fieles compadres de por vida...
¿Qué mal hicieron estos desdichados
para sufrir condena tan terrible?
De su trágica y acre desventura
toda culpa es ajena a estos humanos.
Tan solo el ciego azar es el culpable
de alumbrarlos en guetos de miseria.
¿Por qué tal injusticia es perpetrada?
¿Por qué tanto dolor no es evitado?
Es muy triste, muy triste y lacerante
ese submundo hundido en el olvido.
Y más triste, más triste todavía,
con certeza saber que siempre estuvo,
que está ahora mismo y estará por siempre
tan cruel iniquidad en nuestro mundo.