Sin duda fue Velazquez quien plasmó
sobre el lienzo con acierto y maestría
ese oficio que de Vulcano trascendió,
la fragua donde el ferro se encendía.
¡Y el mazo sobre el yunque resopló
clamando así al cielo en una sinfonía
de mazazos que con fiereza propinó
sudoroso el herrero en la herrería!
Enrojecido por el dolor y la emoción
herido el hierro gritó mientras moría:
avisenle y que venga ya el enterrador
y que socave una fosa muy profunda,
recenles un responso y un sermón
al yunque, y que bajo la tierra se hunda
la fragua, la forja, la bigornia, el fogón,
y todas estas palabras moribundas.