Traviesa y risueña canta tu sonrisa
como el crujido de una tempestad en llamas,
adornada de atardeceres con brisa,
en una laguna de fugaces aromas.
Se parece tanto a esos granos de café
que me miran desesperados
al recordar que un día los aferré
entre un lecho de besos y relámpagos.
¿Cómo no enamorarme de usted?
Si el cielo le brindó los más dulces rayos
para que encajen con esa melena tan poco opacada
por ese corazón que se agita entre sus caderas.
Derrame su pureza en esta huerta
tan maltratada, tan olvidada
pero con la pasajera puerta
abierta para su amada.