Sé que bien él lo decía
con voz pausada y serena
cuando te alcance una pena
que te nuble la alegría,
cuando te llegue ese día
busca el consejo prolijo
de quien a tiempo te dijo
aquello que no era bueno;
que en el adverso terreno
habrá de darte cobijo.
Pero la incauta impaciencia
le cerró oídos al viejo
y pensando era un pendejo
le vio con indiferencia.
Siendo que la prepotencia
con la soberbia se alía
del buen consejo porfía
entre la sorna y la broma
y así, a sí mismo se embroma
con propia pedantería.
No hay mal que por bien no venga
ni hay eternas maldiciones
cuando a las desatenciones
existe quien las prevenga,
antes de que sobrevenga
la tragedia o la aflicción
vale prestar atención
al que observa y aconseja
y no esperar que la queja
se vuelque en tribulación.
Cuando la arrogancia vicia
la humildad del corazón
e imponiendo su razón
a la intransigencia auspicia;
al consejo desperdicia
negándole su atención,
su electiva perdición
exhibe en indiferencia
restándole a la experiencia
su paternal protección.
A los tontos y pendejos
ni el mismito Dios los quiere
por eso mismo prefiere
mirarlos siempre de lejos.
Los que no atienden consejos
por orgullo o terquedad
cuando entienden la verdad
luego de mermar sus egos,
descubren que fueron ciegos
guiados por vanidad.
Las diversas opiniones
nuestra existencia matizan
los cautos las analizan
sin pensar en objeciones,
tomando en cuenta razones
escudriñan su presente,
pero aquél que es inconsciente
ni de su sombra de fía
pues de todos desconfía
altanero y prepotente.
Al que es buen entendedor
con muy poquito le basta
su mente no se desgasta
oyendo a un hablador.
En cambio el replicador
nunca tiene suficiente,
hablando constantemente
queriendo hacerse entender
busca siempre sorprender
con discurso inteligente.
Al necio y al prepotente
no hay discurso que le valga
para él no hay idea hidalga
ni argumento convincente
y por eso displicente
no presta atención alguna
a lógica inoportuna
que a su cordura desgasta,
oyendo razón nefasta
de toda verdad ayuna.
No obstante para el curioso
cualquier opinión es ducha
y toda razón la escucha
bien dispuesto y siempre ansioso.
Con semblante caprichoso
el incrédulo está atento
razonando el argumento
del que tanto desconfía,
la propia razón le guía
según su conocimiento.
Tan diversa es esta vida
que nos brinda mil opciones
y con cientos de razones
a gozarla nos convida,
todo en su justa medida
da condimento y sazón
lo que lleva a la razón
a establecer referencia,
pero la buena conciencia
ilumina al corazón.
Cada quien en su momento
ha de hacer la diferencia
al poner en evidencia
su propio razonamiento;
ese plural pensamiento
mentor de nuestras acciones
que aglutinando emociones
nos va forjando el camino,
es quien nos marca el destino
y nos pide explicaciones.
Así es como la experiencia
va pintando nuestra vida
con una brocha escogida
según propia conveniencia,
por tanto y en consecuencia
pesan nuestras elecciones,
pues al tomar decisiones
vamos abriendo camino
y asiendo rosa o espino
barajamos las opciones.