nelida anderson parini

CUANDO SUENA EL RÍO...

Sé que bien él lo decía

con voz pausada y serena

cuando te alcance una pena

que te nuble la alegría,

cuando te llegue ese día

busca el consejo prolijo

de quien a tiempo te dijo

aquello que no era bueno;

que  en  el adverso terreno

habrá de darte cobijo.

 

Pero la incauta impaciencia

le cerró oídos al viejo

y pensando era un pendejo

le vio con indiferencia.

Siendo que la prepotencia

con la soberbia se alía

del buen consejo porfía

entre la sorna y la broma

y así, a sí mismo se embroma

con propia pedantería.

 

No hay mal que por bien no venga

ni hay eternas maldiciones

cuando a las desatenciones

existe quien las prevenga,

antes de que sobrevenga

la tragedia o la aflicción

vale prestar atención

al que observa y aconseja

y no esperar que la queja

se vuelque en tribulación.

 

Cuando la arrogancia vicia

la humildad del corazón

e imponiendo su razón

a la intransigencia auspicia;

al consejo desperdicia

negándole su atención,

  su electiva perdición

exhibe en indiferencia

restándole a la experiencia

su paternal protección.

 

A los tontos y pendejos

ni el mismito Dios los quiere

por eso mismo prefiere

mirarlos siempre de lejos.

Los que no atienden consejos

por orgullo o terquedad

cuando entienden la verdad

luego de mermar sus egos,

descubren que fueron ciegos

guiados por vanidad.

 

Las diversas opiniones

nuestra existencia matizan

los cautos las analizan

sin pensar en objeciones,

tomando en cuenta razones

escudriñan su presente,

pero aquél que es inconsciente

ni de su sombra de fía

pues de todos desconfía

altanero y prepotente.

 

Al que es buen entendedor

con muy poquito le basta

su mente no se desgasta

oyendo a un hablador.

En cambio el replicador

nunca tiene suficiente,

hablando constantemente

queriendo hacerse entender

busca siempre sorprender

con discurso inteligente.

 

Al necio y al prepotente

no hay discurso que le valga

para él no hay idea hidalga

ni argumento convincente

y por eso displicente

no presta atención alguna

a lógica inoportuna

que a su cordura desgasta,

oyendo razón nefasta

de toda verdad ayuna.

 

No obstante para el curioso

cualquier opinión es ducha

y toda razón la escucha

bien dispuesto y siempre ansioso.

Con semblante caprichoso

el incrédulo está atento

razonando el argumento

del que tanto desconfía,

la propia razón le guía

según su conocimiento.

 

Tan diversa es esta vida

que nos brinda mil opciones

y con cientos de razones

a gozarla nos convida,

todo en su justa medida

da condimento y sazón

lo que lleva a la razón

a establecer referencia,

pero la buena conciencia

ilumina al corazón.

 

Cada quien en su momento

ha de hacer la diferencia

al poner en evidencia

su propio razonamiento;

ese plural pensamiento

mentor de nuestras acciones

que aglutinando emociones

nos va forjando el camino,

es quien nos marca el destino

y nos pide explicaciones.

 

Así es como la experiencia

va pintando nuestra vida

con una brocha escogida

según propia conveniencia,

por tanto y en consecuencia

pesan nuestras elecciones,

pues al tomar decisiones

vamos abriendo camino

y asiendo rosa o espino

barajamos las opciones.