Cuando yo me muera…
deseo guarden mis recuerdos, de cartón en una caja de zapatos.
Procuren colocar bien mis retratos.
Incluyan un manojo de cabello y un poco de naftalina
para que en el tiempo perduren a la eternidad divina.
Cuando yo me muera…
quiero que como en mi pueblo, cuando era niño si alguien se moría,
repiquen las campanas tres veces al día,
por la mañana, a la noche, también al mediodía,
que el eco de las mismas lance a los cuatro vientos
que viajo en una nube, no digan que me he muerto.
Cuando yo me muera…,
cuando llegue ese momento,
cuando mis ojos perciban el suave movimiento
de la cruel guadaña. Cuando vean que siento
que el final está próximo, no quiero ni un lamento.
Pensar que es el comienzo de una nueva aventura,
vagaré por el mundo donde me lleve el viento,
visitaré lugares llenos de fantasía,
sentiré la ansiedad del que escribe un nuevo cuento
con un final feliz, donde la desventura
como por arte de magia se torna en alegría.
Cuando yo me muera…
quiero que ese repique finalice a las doce de la noche,
un minuto de silencio, un abrazo, ni un reproche,
que suene sin parar el himno a la alegría,
recuerden que mañana comienza un nuevo día,
ahora ya es muy tarde y hay que madrugar.
Cuando yo me muera…
mis nietas posiblemente habrán terminado ya la escuela,
tendrán novio, se casarán, serán madres, serán abuelas,
y así vuelta a empezar.
Cuando yo me muera...