Un día más. Lluvioso, una cortina de niebla no deja ver para lejos. Tengo que salir e no me apetece, al mismo tiempo lo tengo que hacer. La consulta en el dentista ya está marcada hace ocho días. Ayer vino el masajista a estirar los muslos que estaban un poco atascados de tanto andar. Por eso mi relax hoy, siempre me pasa igual.
Sé que cuando esté arreglada y dentro del taxi, ya estoy bien e sin esta pereza que me da ganas de acostarme y quedar así toda la tarde.
Pongo las culpas a lo que no la tiene. Pues lo que pasa es que estoy un poco incomoda por la situación en que estoy sin quererlo, con mi familia.
La mente comanda el cuerpo, no puedo tener la alegría que deseo. Si todo estuviera bien, seguro que ni masajes tendría que hacer. Pero así lo quieren, yo pago por eso.
Solo deseo que se den cuenta a tiempo y que cambien su rara manera de comportarse conmigo.
Mismo que a pies juntos, jure que no me importa otra cosa tengo en mi corazón.
Conozco mi manera de ser, nunca me han gustado complicaciones y mucho menos discutir, con razón. Lo evito de todas formas, ni contesto a insultos, ni provocaciones, callada siempre. Ya tendré tiempo para analizar lo que con espanto me han dicho.
No olvido jamás, ni perdono, el único que lo puede hacer es Dios, e yo soy una sencilla mortal, no tengo ese poder.
Ya es la una de la tarde, tengo que parar y con ligereza hacer lo que tengo entre manos. Poner la mesa, bañarme y sonreír cuando llegue mi compañero para comer.
En la vida he aprendido, que si podemos, mejor guardar lo que nos lastima continuamente, a los demás, provoca cansancio. Pasa de un lamento a obsesión.
Elegir como si fuera la última moneda, en que la vamos a gastar. Sí queremos tener compañía y sentir que nos quieren, sí queremos quedar solos, sin nada para engañar el tiempo triste de nuestro por del sol.
Por experiencia, traumas terribles por situaciones que se nos deparan, por poca memoria que tengamos, nunca nos dejan. Lo digo no por mí, lo sé por alguien que conozco estoy por veces tres horas oyendo lo mismo, como es por teléfono, lo pongo en alta voz y la dejo hablar. Intento cuando para un poco, distraerla y llevarla a otros recuerdos que fueran de felicidad.
La honestidad, me obliga a saber que no soy nada, a cualquiera le puede pasar.
Oporto, 16 de Enero de 2014
Carminha Nieves