Piedra inanimada que el deseo enamora
Toda en su dimensión indescriptiblemente bella,
en su núcleo eterno, inmortal y perpetuo,
¡Por ello a un trozo y fragmento de mármol, frio y póstumo!
¡Mal armonizado con la muerte, le he escrito!
¡Oh miserable y repugnante muerte!
En nada te comparas a la piedra preciosa
¡Nada he visto tan bello, dotada de tanta hermosura!
Mármol ónix verde y pulido.
¡Oh Epitafio triste!
Profetas y artesanos son los hombres
de poemas breves
como el suspiro, del que yace muy hondo
en su sueño profundo.
Quizás allí en su féretro, o en un pozo,
moribundos huesos viejos y resecos
le precedió un tierno y vivaz
adolescente y niño.
Todos iremos a ese sueño profundo, sin retorno
Con el céntuplo,
Hemos todos de pagar y con la latiente vida,
nuestras muertes y castigos,
con sangre derramada, inútilmente, por errores de Adán y Eva.
Si tan solo fuésemos tu y yo eternos
como la hermosa piedra preciosa, inanimada y perpetua
sin aromas, a besos, sin sangrar una lágrima.
despojados de tristezas
Eterna leyenda,
un mandamiento inscrito perdura,
con dolores de parto, dar a luz hijos, comerás pan hasta que
Vuelvas al suelo
por que polvo eres
y a polvo volverás.
un decálogo olvidado por toda existencia.
Darío Ernesto Muñoz Sosa. Autor