Estube siempre engolosinada con mis tristezas,
prisionera bajo el caparazòn de mìs fracasos.
No quice arriesgar, correr el velo y ver...
Ver, la desnudez de la felicidad,
pero acariciè el lìmite y hallè la puerta;
nunca me animè a abrirla.
Me faltò valor para compartir,
para desechar la soledad.
Siempre alimentè la distancia,
a pesar de ser una mujer, llena de posibilidades.
Ahora, de pie, frente a esta mi propia vida,
me obligo a la quietud.
Cualquier paso hacia atràs
o hacia adelante, desencadenarìa el silencio.
¡Ay!, sin que me diera cuenta,
destruì ese menudo soplo de asombro;
esa pequeña esperanza...,
y ahora, la noche...,
no solamente es negra, me encierra; me ahoga...,
y mi recinto acùstico, repite como un eco,
la resonancia del sollozo, del gemido, de la ausencia...
¿Por què?;¡porque me faltò valor!.