Salí a caminar un poco
entre calles modestas
y aceras resquebrajadas
observando todo lo que podía
detallando hasta el más mínimo detalle
de los detalles que destallaban las avenidas.
Algunos perros tirados a la calle
bolsas, residuos, pura basura.
Periódicos con noticias de mierda
y mierdas con aspectos humanos.
Algunos agujeros de bala en algunas paredes
indigencia en indice preocupante
algunos zampados cruzando a su suerte
y que suerte que no cruce con la muerte.
Algunas personas riendo de los preocupados
algunos preocupados riendo de los apresurados
y algunos apresurados riendo de los que tienen tiempo para reír.
Miseria humana, tráfico, vulgaridades.
Miradas perdidas, absurdas, con miedo.
Amantes que en realidad no se aman,
algunas mentiras, bendiciones y gritos.
Entre los cabezales en conjunto
que cruzaban la misma acera sin gracia que yo
una joven, de aspecto sombrío
saco un arma y dio fin a sus cienes
simultáneamente espabilaron los valientes
y los curiosos, condenados.
Una anciana gritaba:
\"-¡Qué Dios nos salve de éste mundo!-\"
Mientras yo pensaba:
\"-Que éste mundo se salve de nosotros-\".
Me devolví a casa
indignado por lo observado,
me recosté en el viejo sillón polvoriento
mientras me miraba al espejo;
quise sonreír
no pude
quise llorar
tampoco pude.
Lo único que podía hacer era mirarme
y preguntarme por qué no podía hacer nada.
Y fue ahí que lloré
porque me estaba riendo
de mi reflejo.