Mi maestro de matemática,
a causa de su juventud,
no cuenta con muchísima práctica
como el director de la escuela esperaba.
Dicen de él que hasta altas horas de la madrugada
con los números juega y ríe a carcajadas.
Pero yo les aseguro y doy fe,
que maneja con habilidad, seguridad y maestría
las artes de la geometría.
Mi maestro de matemática
es un hombre de ciencia que ama la ética,
y cada mañana sueña con ver en el cielo
blancas nubes con formas geométricas.
Mi maestro de matemática
calcula todo, todo, con minuciosa y obsesiva exactitud,
y pese a esta curiosa actitud,
yo les afirmo y les diría,
que muy pocas veces conoce la hora del día.
A pesar de las cosas que dicen algunos,
él aconseja a sus queridos alumnos.
¡Uno, dos, tres, cuatro!
Ven conmigo, pequeño,
que de los números hablaremos un rato.
¡Cinco, seis, siete!
Dime si por la aritmética amor sientes.
¡Ocho, nueve y diez!
Divide la distancia que hay entre tu cabeza y tus pies!
Mi maestro de matemática,
debido a su juventud,
no cuenta con muchísima experiencia,
pero su gran corazón desborda de eterna paciencia.
Mi maestro de matemática...