No es un gesto quien demuestra el amor,
ni la palabra enrarecida y agitada
llegando de súbito entre suspiros nuevos.
No tiene valor, ni importa el aislado semblante
cuando el desconsuelo se enseñorea en el jardín,
los ramos se tuercen y el olor no hiede
y parece renacer en el alma un grito leve,
el beso suave, cual si todo fuera el natural gesto.
Pero sé, muy seguro sé, no es el amor
ese desfallecido sentir del corazón enfermo,
ni menos el instaurado sentimiento y la tristeza,
y la pasión que nos resbala sin
detenerse, matando la tregua,
hiriendo la reflexión, liquidando la idea.
El amor se sublima en la adversidad,
en la deshecha tenacidad de dos,
en la ruptura desde afuera,
luchando contra la pena sin derrumbar los sueños,
cuando se borran las alegrías, vive,
pues lo sé Dios mío,
amor sin prueba no es Amor.