-¡Pero es que usted no me puede tocar el culo así! -¿Cómo que no?, míre cómo lo hago. En ese momento extendí mi mano, le miraba los ojos con cinismo y por su parte abría la boca, no opuso ninguna resistencia, casi como recibiendo mi aliento arrecho.
Le apreté las nalgas, las masié, pude sentir que le gustaba pero su orgullo no se lo permitía aceptar y de un brinco me dio la espalda y se fue sigilosamente, yo sin mucho asare procedí a perseguirle y cuando le alcancé estaba respirando fuerte, muy profundo y balbuceaba sin poderme dar explicaciones.
Le agarré los hombros, muy torneados y duros por cierto, me acerqué por la parte trasera de su oreja derecha, su loción me embriagaba, era tan deliciosa y le susurré al oído: -Yo sé que te encanto, entonces dejá la maricada, vení dame un beso y nos dejamos de pendejadas. Sin voltear me respondió: -¿Y qué le hace pensar que yo lo quiero besar?, no sea iluso...yo no soy como usted, así..., con esas preferencias, no se equivoque conmigo Miguel -¿No me equivoque?, entonces por qué se pone así, mire su entrepierna, está a rebentar - ¿Me está morboseando? -Pues claro, es inevitable, hasta suda de placer, mire eso, jajajaaja.
Me quedó mirando sin saber qué decir, así que aproveché para acercarme a su boca y siendo atrevido pero cuidadoso, le apunté a sus ojos con mi mirada, sus ojos le bailaban, saqué mi lengua y abrí mis labios, al notar que los suyos me seguían el juego bacilé y le dije de nuevo al oído: -¿Sí ve?, te encanta, garosa. Me fuí caminando y sin que lo notara mucho, me reía entre las sombras de los postes, desde atrás me gritó:
-¡Inmaduro, vaya a cojer de recocha a su madre!