Detesta las mañanas radiantes y las tardes de sol. Ama la noche espesa. La luz le impone mostrar su alma huérfana. En las madrugadas se percibe soberana, sólo ella se corteja. El espejo vespertino muestra sus llagas. Siente que el resplandor nocturno la impulsa a una vida de vampiros dichosos, una vida en la que perdurará hasta el momento en que ella lo decida. Pero sabe que si la arrollan el sol hiriente y el día que quita los velos de su esfera más íntima puede clavarse una estaca y entregarse como todos los mortales.