En mi plena juventud sentí llegar el amor,
mi corazón eligió, al que consideró, el mejor.
Para formar un hogar y vivir la vida entera,
con ese hombre a mi lado y que el amor nos uniera.
Así tuvimos dos hijos, que el hogar iluminaron,
yo me sentí complacida, por los niños que llegaron.
Pero al pasar de los años, el amor se convirtió
en una inmensa costumbre, que mi corazón rompió.
El hogar se transformó en un hogar seco y frío,
sólo el amor de mis hijos, lo demás era un vacío
El tiempo fue transcurriendo hasta que me decidí,
terminar con la fachada, que tantos años viví.
De repente llegó un hombre, que me conversó muy claro,
así mi vida cambió y hasta ahora, él es mi faro.
Es el faro que ilumina mi vida, con ese amor
en que me entrega cariño y me brinda su fulgor.
A través de su sonrisa, y su divino mirar,
Con su hablar tan bajo y suave, que a mí me hace vibrar.
Porque cuando estoy con él, yo me lleno de alegría,
y mis ojos se iluminan, como cuando nace el día.
Así yo he vuelto a sentir este amor que apareció,
al encontrar a ese hombre, que a la vida me volvió.
Vero