Es verla y caer
otra vez a sus pies, otra vez en su red.
Es estar a su lado y no querer separarme.
Es sentirla a mi alcance
y prolongar el instante.
Es tocar su perfume,
tan tangible,
tan posible
es cerrar los ojos al tenerla delante,
y querer vivir por siempre ese instante,
ese momento, hacerlo eterno.
Es necedad transformada en soledad justificable
aunque absurda.