Vicente Martín Martín

No es fácil escribir cuando es la noche una casa de huéspedes

No es fácil escribir cuando es la noche una casa de huéspedes

y al abrir las ventanas se iluminan

los campos de frambuesas,

no es fácil escribir porque a esas horas

se te llenan los ojos de cucarachas rojas

y es como si tuvieras la memoria de un grillo disecado

y los dedos y el alma y los teléfonos

huelen a mandarina.

No es extraño que a veces la tristeza

ande sola en la casa,

se cuele como un pájaro bobo en la cocina,

revuelva las cajones y utilice

tus libros, tu espuma de afeitar y tus toallas,

no es extraño

que alguien se decida a marchar o que pretenda

buscar un horizonte más allá de las cumbres y pasar

el resto de la vida al otro lado

sin licencia de nada,

sin dioses,

sin amantes,

sin luz, como cien árboles cogidos de la mano

mientras pasan los largos inviernos boreales.

Resulta comprensible que un poeta renuncie a ser poeta

cuando siente en sus versos las gafas del forense,

cuando sabe que tiene a los castaños de indias

aparcando a la puerta de su casa.