Benditos Dios y fortuna
por la dicha que me han dado
de tanto que me han dotado
no tengo queja ninguna.
Si bien en algún momento
de mi suerte he renegado
después de haberlo pensado
lloré de remordimiento.
A mí nunca me ha faltado
alimento ni ternura,
siempre me sentí segura
en hogar bien aplomado.
He reído y he llorado
en tiempo de angustia y prueba
y aunque decirlo no deba
hasta mal hube yo obrado.
Por tanto sitio he pasado
y tantas cosas he visto,
que sin haberlo previsto
al cielo siempre he clamado.
De tristezas yo conozco
las mías y las ajenas,
por eso entre tantas penas
al dolor lo reconozco:
en la mirada silente
y agridulce de un hermano
que con corazón en mano
mira al mundo indiferente;
en el gesto agazapado
del infeliz que lloroso
limpia su llanto terroso
y se hace el disimulado;
en el padre acongojado
que no le alcanza el dinero
y con el semblante fiero
regresa al hogar cansado;
en la mujer que afanada
llevando el niño a la escuela
guarda paciencia y cautela
aunque se encuentre apurada…
Mas yo también he sabido
de alegrías y esperanza,
del valor de la confianza
y el milagro concedido.
Del que canta agradecido
con corazón generoso.
Del niño dulce y virtuoso
que duerme desprevenido.
He visto llover ventura
que cicatriza la herida,
brotar la ilusión perdida
lavando toda amargura.
Sé del poder del amor,
de la palabra entusiasta
y de caricia que aplasta
hasta el más grande temor.
He visto un desconsolado
elevar clamor al cielo
y lo he visto hallar consuelo
sintiéndose ya amparado.
Tantas cosas de la vida
me han llegado a conmover,
tantas me han dado el placer
de sentirme bendecida.
Al llegar un nuevo día
tanto debo agradecer
por eso el amanecer
festejo con alegría.
¡Ay vida maravillosa!
con tanto amor me has cuidado,
es tanto lo qué me has dado
siendo tú tan bondadosa.
Sí pagarte yo debiera
todo el desprendimiento
no habría oro o monumento
con que lograrlo pudiera .
Sí andando por mil caminos
hubo pendientes y llanos
con tus generosas manos
me distes fruta y espinos;
cuando mis fuerzas flaquearon
ante algún predicamento
tú y ese mágico aliento
mi abatimiento diezmaron.
Bendito Dios que has tendido
sobre mí siempre su mano
para hacerme más liviano
el trayecto que he vivido.
Al cardo les diste espino
igualito que a las rosas,
me diste a mí tantas cosas
desde ese tu amor divino;
hoy que miro mi destino
desde el pasado al presente
gratitudes en mi mente
manifestarlas no atino.
Mi pensamiento sencillo
en tu grandeza se goza,
mientras que el alma retoza
en tu bondadoso brillo.
Honrarte yo de mil formas
en esta vida quisiera,
si tanto no mereciera
carente de muchas normas;
permíteme en este día
desde mi aliento primero
decirte que te venero
con todita el alma mía.
Todo mi ser te gloría
con sentimiento sincero,
te alabo porque te quiero
mucho más en cada día.
Tantas cosas tú me has dado
de algunas no me di cuenta,
mas hoy al cumplir cincuenta
todas las he valorado;
por medio siglo has velado
mi presencia en esta vida
con tu gracia bendecida
mis pasos siempre han contado;
aún cuando yo hube errado
me he sentido comprendida
y después de la caída
con tu amor me he levantado;
en los tiempos que afligida
por dolor o incertidumbre
con tu paz me diste la lumbre
para encontrar la salida
en medio de la alegría
que acalora cuerpo y mente,
fue tu llamado prudente
el que mesura pedía;
en todas mis decisiones
siempre has estado presente,
me has aclarado la mente
y abierto nuevas opciones.
No se acaban las razones
pues a mí tanto me has dado,
generoso me has dotado
de amorosas bendiciones.
Canto en dicha agradecida,
late el corazón dichoso,
porque tú, Padre amoroso
me regalaste esta vida.