Ay amor...
no te me apresures
déjame ser un niño
con calma y sin problemas
déjame ser un río
con su flujo y con sus piedras.
Ay amor...
déjame ser;
un hermoso arbusto de frondosos retoños
de colores rojos y muy llenos de vida
déjame ser una brisa cálida
o una luz perpetua
déjame ser una rosa
que florezca
para no marchitarme en un adulto.
Permíteme éste sueño
no me lo arrebates
déjame ser un mar sin cielo
para no reflejar el Sol y la noche
y así no recordar
que me estoy poniendo viejo.
Déjame ser un niño
crecer es para tontos
no quiero dejar mis juguetes
por ocho horas sentado en una silla
ni quiero dejar las golosinas
por un cigarro y unas cuantas drogas.
No quiero vivir de engaños
ni de quehaceres en la casa
no quiero cambiar a mi mascota
por un par de periódicos y una taza de café
no quiero volverme un adulto
de ésos que deambulan sin gracia
de ésos que se olvidaron de ser niños.
Pero...
hay un problema, amor;
y es que a cada trazo
a cada palabra
a cada suspiro que voy dejando
se le va marchitando su voluntad
por ejemplo:
tú te me vuelves un viejo poema
mientras yo me vuelvo un viejo que te leo.