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El maestro y la Esencia.

—Querido maestro, que es lo que llamamos esencia? —preguntó el discípulo.

—Amados discípulos —dijo el maestro—, esta explicación fue debatida por grandes filósofos, como Platón, Aristoteles, Sócrates y viene siendo debatida en la actualidad igualmente por grandes mentes. Mi explicación nunca se acercaría a esa magnitud de ideas, sin embargo no necesitamos más que un ejemplo para aplicarlo a nuestras vidas.

—La esencia de una cosa es aquello que hace con que ella sea eso en sí misma y no otra cosa.

«Es aquello que caracteriza de forma permanente e invariable su naturaleza. No es un accidente. Es la calidad más pura y elevada por la que se distingue cada cosa, dentro de cada individualidad.

—Pero maestro, —interfirió el discípulo—: dónde está el ejemplo que nos dijiste?

—Sí, querido discípulo —aprobó el maestro—: para conocer la esencia, debes indagar sobre ella, sobre lo que es capaz de hacer:

—En éste bol —dijo el maestro enseñando un bol que tenía en sus manos—, tengo manzanas. Todas ellas son realmente manzanas, excepto una que está hecha de cera y pintura. Cómo descubres cual es la falsa manzana?

—Las podemos tocar? —preguntó un discípulo. Pero al tocarlas no notó absolutamente nada de diferente entre ellas: todas tenían el tacto de suavidad de la manzana.

—Las podemos oler? —otro discípulo indagó—, al mismo tiempo que olió igualmente a todas las manzanas, observando que tenían en mismo olor a manzanas.

—Es fácil: las tiramos todas al suelo! —dijo un tercero, causando risa en todos.

—Es cierto —contestó el maestro—, sin embargo estropearías a todas las manzanas. -«Lo crees justo, para conocer la esencia de cada uno hacer ese tipo de prueba?

—Las podemos morder? —preguntó otro más.

—Sin duda que sí, pero igualmente tendríais que comerlas todas, además al que le tocara la de cera no le gustaría nada. Y eso tampoco sería garantía de conocer su esencia.

Enmudecidos a los discípulos, solo les quedaba por la explicación que no tardó:

—Vamos a plantarlas! —dijo el maestro. Vamos a probar su capacidad, de lo que están hechas. Si conservan su esencia bajo la tierra, se convertirán en hermosos manzanos. La que es de cera también conservará su esencia, pero no la esencia de una manzana, aunque fuera parecida a ella.

«Por ello, queridos discípulos, es necesario que conozcáis la esencia de cada cosa, de cada persona, incluso la tuya mismo, esa que nunca cambia, bajo cualquier circunstancia o apariencia.

—La esencia, guarda en sí mismo, su secreto. Descubre en ti mismo ese don sagrado.