Es la trágica belleza aristotélica. Ella, cuelga panfletos porque quiere muy dentro de sí confirmar mis óbitos vedados por mí mismo, quiere saber si soy vestigio de un pasado, cree solemnemente que figuró mi muerte a su partida… mas tan solo se llevó mi corazón, y aunque mi ilusión fue devorada por los cerdos, sobre tanta putrefacción no vivo preocupado de que mis latidos la acompañen, y el reflejo de vuestras almas, figurando en la pupila del uno al otro; lo que siempre fue nuestro ya no es dado. Mi corazón es mío Y siempre lo será, aunque tras sus fauces sea mendigo. Ella camina cada noche repasando agujeros y escondrijos tras los antros callejones donde el sexo hizo eternos los instantes… pero solo hay sombras de alaridos.
Llevo el callado de Caronte incrustado al lomo y aunque me he desorbitado, en mis pies porto una luz inamisible. Aunque sigo amándola y con creces, ya no quiero ver su rostro, solo quiero ver de vuelta mi escarpado corazón. A mi tiempo un escalpelo en brisas de remedio.