Salió sin rumbo,
inventó varias excusas para perderse en la ciudad.
Vagó desde temprano disfrutando de cada breve encuentro con los otros,
los de afuera, con los que comparte este tiempo,
este lugar y aún no entiende bien por qué.
Se perdió entre charlas, risas y alguna lágrima secreta.
Sintió deseos de huir y encontró refugio entre las letras.
Jugó con ellas y las invitó a bailar en su cabeza.
Continuó su marcha, no podía volver.
Sentía esa fuerte presión en su pecho.
Respiraba entrecortado.
La noche estaba cada vez más cerca y con ella otros estados.
Se preguntaba que clase de ser era.
El por qué disfrutaba tanto de la luna y más si esta estaba llena.
Pasó largo rato atenta a un monólogo y más tarde
se dejó invitar a un encuentro de saltos giros y estrellas.
Reconoció varias miradas, pero hubo una que perdida y distante por momentos
se acercó y logró estremecerla.
Con sus labios selló la noche,
con sus dulzura aplacó sus penas.