Allí estaba mi piel..., esperando el roce que blanda su pétreo capricho, esperando una descarga de tiempo en sus arterias marchitas...Pero nada; como esperar si el tiempo es lo que despide mi piel mientras se pudre...
Mis ojos aún aman lo que se acerca... aún desean lo que se traga, lo que se olfatea, lo que se defeca.
Mi deidad se desvanece en lo que fue: el aullido.
[El aullido materno de las sombras que he regado en los pesados huesos del miedo. El macilento trino que nos silencia sin saber que es el ruido.
La muerte me extasia mientras reproduce lo que no es, mientras defeca en la nada que delimita la existencia de la arcilla que no soy: Soy ruido...