Llena de fe mi aljaba,
que mi arco espera
para arrojar las flechas
de tu palabra...
Tu vida misma me atrapa,
llena y lleva
a tu puerto seguro
mis henchidas velas.
Estás en mí
con tu amor sin medida
haciéndome feliz,
curando mis heridas...
Colmada de satisfacciones mi alma,
mi sed saciada,
caigo de rodillas compungido,
¡a ti agradecido y pleno!
Tú me amaste primero
y mi amor hacia ti
sólo es el reflejo
de tu amor eterno;
Padre...¡te quiero!