Del olvidado y la luna
Me atiendo a diario con la blanca luna,
me escucha lloriquear, oye si canto,
después me ve dormir, tiende su manto
de noche en paz y quieta cual laguna.
A veces no ando bien y ella me acuna,
me mira sonreír frente al quebranto,
tiende en mi soledad su propio espanto
y en mis ojos mojados se hace bruna.
Como ven, estoy mal, es mi fortuna
en un rincón vivir y, en mi quebranto,
desde mi cama ver mi vieja cuna.
La luna en ella está, yo sólo aguanto,
que hasta aquí juntos no hallo fosa alguna
en que mejor vivir mi largo llanto.
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20 02 14