Danie Dadourian

Al recuerdo y su inĂștil quejido.

 

Tú, inútil quejido

de un estrafalario recuerdo,

extraviado entre los recovecos

de un andén viejo,

despoblado

y abandonado por la mente.

Tú, con tu andar perturbado,

esperas sin traje,

ni horarios,

ni tiempo,

por el tranvía que te llevará

al destino de los sueños.

Tú, esperas en el parador de la memoria

escondida en una vigilia baldía

de la carne,

de las venas,

de las arterias

y  los huesos.

Tú, esperas por ese tranvía

que se mezcla con el febril silencio,

con el mutismo de las horas,

con el pulso de un aire oxidado

y muerto.

Tu espera será eterna

en el oscuro hoyo

del andén de un pensamiento.

¿Por qué esperar en vano?

¿Por qué no  sacas boleto

para viajar con las lágrimas de los párpados,

entre lumbreras y ventanas  cerradas

por los moribundos bosquejos

de la lluvia cenicienta de un cielo?

¿No te cansas de esperar

por ese vacío tranvía

con la cacofonía  de una hendedura,

confinado entre palabras mudas

y sin aliento?

Entonces inútil quejido 

de un perdido recuerdo,

has las maletas y parte hacia otro cuerpo.

 

No quiero ver tu rostro de ceniza

en el armario,

donde guardo a los trajes de gala olvidados

para asistir a fiestas que no presencio.

No quiero sentir tu corazón  palpitante que gimotea,

aquí,

en la carne,

en las venas,

las arterias

y los huesos.

No quiero oler tu aroma diario

de velamen ahorcado

sobre la tierra varada en la penumbra

del ensueño.

No quiero presenciar a tu espectro en las alfombras,

cortinas,

desvanes,

 pórticos

 y muebles de una  identidad 

devastada por el tiempo.

 

 

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