PRISIONERO DEL ODIO
Esta es la historia de un hombre bohemio, cantante y líder en ese lugar que para el significaba su hogar mientras para muchos era la cárcel. Decía que era tantos años institucionalizado desde niño que nunca supo lo que era la verdadera libertad. Todo comenzó hace muchos años en tiempos de la cruda violencia de Colombia cuando liberales y conservadores peleaban a muerte, cuando la guerrilla tomaba fuerza. Una mañana cualquiera el sol resplandecía, el aire era fresco y el canto de las aves llenaba de entusiasmo a la familia de “Santiago” que amaba el campo y en su finca cultivaban, tenían vacas, gallinas y marranos. Todo para ellos era felicidad, en medio de la sencillez y el arduo trabajo. Santiago era un niño de unos 7 años, salió a recoger una encomienda cerca a la casa cuando escuchó gritos y disparos. Supo que era en su finca y se acercó con cautela cuando escondido vio un grupo de hombres armados que torturaban a su papá acusándolo de informante, observaba que martirizaban a su padre mientras violaban a su mamá para después matarla junto a su papá. Su angustiado corazón quería gritar, pero sabía que si hacia algo, lo matarían a él también y su mente se llenó de odio, de rencor, de resentimiento, no podía olvidar el rostro de ese hombre que lideró todo…
Ellos se fueron y sus lágrimas se ahogaron para siempre, estaba allí petrificado y como ido. Los vecinos llegaron cuando supieron que ese grupo se había ido y se lamentaban de la situación del niño. Ese niño no hablaba, no lloraba, su mirada perdida llenó de impotencia a todos y una familia lo adoptó. Santiago nunca volvió a ser el mismo, trabajaba donde lo cuidaban pero su rostro inexpresivo confundía a todos, no recibía amor pero tampoco lo brindaba, su corazón endurecido solo pensaba en el día que lo encontrara para matarlo y su deseo se volvió realidad una noche cuando ya tenía 12 años porque vio al asesino de sus padres y como loco buscó desesperadamente la forma de conseguir un arma, esa era una oportunidad que no dejaría escapar. Consiguió el arma y sin pensarlo dos veces se acercó al tipo, lo llamó por su nombre y le dio un balazo en la cabeza que lo mató instantáneamente, tiró el arma y salió corriendo como loco, ese chico que casi no hablaba, esa noche liberó el dolor que no había podido expresar cuando fue testigo de la muerte de sus padres. Se perdió unos dos días donde nadie daba razón de él, pero el niño se entregó a las autoridades y explicó por qué lo había matado. Fue enviado a un lugar especial a dónde van los menores de edad que cometen delitos y que tienen problemas mentales y de comportamiento. Fue declarado inestable mental y cuando se hizo mayor lo remitieron a un centro psiquiátrico donde año tras año se hacía más viejo y aunque todos le decían que tenía que salir de allí él no quería porque ese era su hogar, porque no tenía a donde ir, porque allí lo respetaban los demás pacientes y lo atendían como si fuera el patrón. En ese pequeño mundo de locura se enamoró, se desilusionó, lloró y rio y esa vida encerrada ya no sabía ser libre, no podía enfrentar el mundo afuera porque además allá sería un invisible más para la sociedad, un “estorbo” para comunidad “normal” de afuera y allí se quedó probablemente hasta el día de su muerte…
Lina María Palacio P.