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El maestro y el Viandante II.

Retoman entonces, maestro y discípulos, su camino en la carretera.  Habiendo andado ya algunos kilómetros, de la misma forma inesperada, se acerca otro viandante que se dirige al maestro:

—Perdona la interrupción —dijo el viandante al maestro—: no pude dejar de notar la armonía que existe en todo el grupo. Os venía observando desde cuando parasteis a hablar con un conocido mío, poco tiempo atrás.

—Ah, sí, entonces sois conocidos? —mostró interés el maestro.

—Sí, estamos en el mismo Ashram, con el mismo maestro —contestó el viandante.
—Cuéntame más querido viandante —pidió el maestro—: cómo son los discípulos de tu escuela?

—Bueno —explicó el viandante—: muchos hacen el esfuerzo de no ser individualistas, de no ser arrogantes y muchos se esfuerzan, igualmente, en no criticar al maestro e intentan demonstrar estar contentos, aunque no lo consiguen.

—Lamento oírlo, querido viandante, pero aquí también encontrarás más de lo mismo.

—Puede que sí, Sr. Maestro —dijo el viandante—: si lo dice un maestro yo debería de creerlo. Sin embargo, no es lo que me dijo el corazón al notar la armonía de su grupo y por eso me he acercado a intentar el honor de ser tu discípulo. Perdona, no volverá a pasar —concluyó el viandante.

—Quizás tengas razón —dijo el maestro—: si lo dice tu corazón, yo también debería de creerlo. Y en verdad lo creo, porque lo que has dicho de tus compañeros del Ashram, fueron solo palabras para explicar lo que veías, pero no estaban cargadas de sentimientos negativos.

—Si aún lo deseas —comentó el maestro—, sería un honor tenerte como discípulo.

Y todos acabaron por felicitar al viandante, ahora nuevo discípulo, incluso bromeando: —“Bienvenido manzana”, causando risas de todos y sin que él se enterara de lo que trataba, simplemente sonreía, cuando el maestro interrumpe aprovechando la broma:

«Amados discípulos: ahora nos encontramos con otra manzana, ,también en mal estado, pero no está oxidada, solo está magullada debido a los golpes que recibió. Puede que si la ponemos en el bol de manzanas, nadie se la quiera comer, pero es solo apariencia, sin embargo conserva su esencia. En éste caso, si la usamos para un dulce, será más apreciada, incluso, que las manzanas en buen estado.

«El discípulo deseaba, con amor, un nuevo maestro, un nuevo camino, y el maestro también deseaba poder compartir, con amor, todo el conocimiento.

«Eso demuestra que el amor verdadero atrae más de sí mismo, más de su esencia, más de aquello que puedes salvar.

Y al final, todos siguieron el camino, felices. El maestro por tener un discípulo más —su secreto mejor guardado— y los discípulos, por un amigo más.