¿Dónde está escrito?
¡Vive dios que en ningún lugar he visto yo que se haya escrito
cuando abro la boca lo que tengo que decir!
Ni siquiera he localizado un manuscrito
que antes de hablar
pautas me diera por si tengo que pensar.
¿Y cómo he de saber
si la boca abrir tengo cuando la pata no debo meter?
Pareceríame mal que algo tan simple y natural
a mi me resultara tan difícil.
¡Cómo impedir
que yo pueda intuir
donde introducir no debo las narices
y de este modo ir saludando al personal
sin necesidad de a mi paso ir creando cicatrices!
¿Y qué decir?
¿sobre el arte de amar qué he de decir?
o díganme donde me puedo yo informar,
-en el caso de que para el amor no esté proscrito-
para que este humilde pordiosero,
mendigo de amor y de afectos usurero,
aprenda cómo, cuándo y a quién debiera amar
con la seguridad de ser correspondido.
Y si un manual no existe
para que dejar de estar triste pueda yo les pido,
que nadie me tilde de anormal,
si es verdad que estoy capado de vivir.
Poco a poco andando,
caminando voy haciendo mi camino,
entre abrojos y arbustos dedicándome a soñar,
pues si este ingenuo se ha de equivocar
tener derecho reivindica a retornar por donde vino.
Y ¿quién le va a decir,
quién se arroga los derechos a impedir
que de la imaginación haga siempre lo que quiera?
Pues, aunque alguien me lo niegue, a mi manera
toda la figuración me pertenece.
Si es que así lo deseo para tirarme al mar,
sabiendo o no nadar,
incluso a sabiendas de que puedame ahogar
y si tu aún no has aprendido, pega un grito,
mándales a los sueños a soñar
encomendándote, si es tu decisión, al dios bendito.