Yo era un pintor…
Pintaba dragones, velorios, carcajadas.
Un día decidí eternizar a mi amada en colores,
era difícil elegir la mezcla de tintes
que encajen con ese tan misterioso rostro.
¡Pero terminé el retrato!
Quedó muy dantesco, muy diligente.
Años después notaba – con preocupación-
que el cuadro se tornaba opaco
perdía sus colores,
se extraviaba la gracia, el amor, la confianza…
Hasta que un día el cuadro que un día bello fue
amaneció soso, desgastado y tenebroso…
¡La vida lo mató!
¡ Y también la tentación!
Yo no sé porque su moral se fue…
Solo sé que soy pintor
y me gusta retratar instantes.