Tengo unos lunares
tan curiosos
preguntones; inexpertos.
Escucharon hablar
de tus besos
y desde entonces,
te has convertido
ilusos éstos,
en su más preciado objetivo.
Tengo otros,
esos son lunares viejos.
Mas sabe el diablo,
dice el dicho,
por viejo que por diablo.
Esos se callan,
pacientes esperan,
y guardan silencio
cuando vienen los nuevos.
Pero si me ven
con los ojos abiertos
y sin darme cuenta los miro,
ahí me reclaman,
o más bien me “claman”,
esto es algo serio,
yo los veo enfermos,
deshidratados,
sedientos de tus besos.
Tengo en mi piel,
una revelación de lunares
la furia de quienes
se creen con derechos,
basados únicamente
en lo consuetudinario.
Tengo en mi piel,
y esto también es algo serio
lunares casi muertos
en plena huelga de hambre
pretendiendo tus besos.
Tengo heridos,
tengo insurrectos
por los mismos motivos.
Tengo lunares
presentando denuncias
ante la corte de la propia Luna,
y verás,
esto, que es lo más serio,
mucho me preocupa
pues puede la Luna,
en absoluto uso de sus atribuciones
ante tanta queja,
ante tanto exabrupto,
negarme la fortuna
de la autorización
para poseer lunares,
con derecho a tus besos.
Y qué hago yo entonces,
esa es mi disyuntiva,
no sé si en defensa alego
la seguridad de que
como en mis sueños
volverás a besar mis lunares,
en oportuno término
y así conservarlos ilesos.
O si de una vez me allano
a tan inquisitoria perspectiva
en la seguridad
de que si vuelves un día
encontrarás,
y esto sí que es grave,
mi piel desolada,
sin lunares
porque faltaron tus besos.