Un río adolorido
en su inmadurez
salió confundido
a quejarse una vez,
contando sus penas
a la mar serena
con gran altivez.
Contó a su manera
que allá en sus riberas
no había pasto fresco
ni flores nuevas…
Que allá el odio impera
y que al paso de su corriente
a veces presiente
que lo atropellan.
Y el mar sin demora
asumió el ultraje
y en furioso oleaje
fue hasta la ribera
para en cierta manera
allí intervenir,
sin saber siquiera
que el río en su quejadera
era capaz de mentir…
Aquel río inmaduro
confundió al mar ingenuo
que le faltó ingenio
cuando actuó con apuro.
Ante tanta “sampablera”
el mar como pudo,
desafiando al mundo
fue a hasta la ribera.
Ella al verlo, habló de esta manera:
¿Porqué esa marcha tan ligera?
deje señor mar ese ímpetu bravío,
que ya mucho corrió el río
tropezando entre las piedras;
deje que corra por las laderas
y enfrente sus pormenores
porque los asuntos de amores
son asuntos de pareja.
Deje tranquilo al río
y vaya a sus profundidades
piense que hay navíos
que reclaman su oleaje.
Déjenos en este paisaje
entre flores y pastos
en el mundo nato
de nuestro lenguaje.
Siempre el rio y sus riberas
en su mundo salvaje,
han hecho en distintas eras
un perfecto engranaje.
Así que amigo, siga su viaje;
nada de zancadillas,
que allá en sus orillas
está su paraje.
Autor: Alejandro J. Díaz Valero
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Bajo el Número 55620214
Maracaibo, Venezuela