En la cálida noche, bajo tus albas
cuando vuelvas a mi boca se encenderán
las níveas mariposas que alumbraran
y me darán cobijo en la tenue noche
allá en la otra orilla de la esférica orbe.
Serás acicalada de centellas y relámpagos
en las alcandoras cimas que tengo ocultas
¡oh! Diosa mía, para ti que habitando estas
en las arenas claras como nieve de las dunas
y en playas de la expansiva y divina idea
de nuestro adorado ser amado.
¡Oh! Amada, cuánto te quiero, gaviota mía,
pósate en la cumbre de mis ojos,
abrázame con el flujo de tus mares
en las sombras de la luna sucumbida
para mojarme con tus floridos labios
y en los manantiales de tu boca,
Descuélgame esta disecada angustia
de no tenerte y sentirte mía
sufro por ti, en la silenciosa sombra
delirio mío, vivir sin ti no vale nada.
Repósame, golondrina mía,
en la ardentía de tus mansas aguas
fúndeme en tu cobijo que consumido vivo
este martirio que se ahoga en mis entrañas.
Calandria de mis trigales,
llénate de mis suspiros
y del espoleo de mis ojos
embelésame con tus labios de espuma
bajo las tibias y celosas tinieblas
de los surcos silenciosos del alto maizal.
Caminemos juntos la lírica senda
que conduce al verde valle de tus delirios
para que bebamos la ardiente caricia
que abraza el más íntimo beso de este ardor.
Para que esta locura quede centrada
en el núcleo profundo de nuestro santo amor
para que al final de nuestra vida
fenezcamos de amor, amándonos.