Dentro del agua donde tus labios beban
allí estarán los míos con los tuyos,
arbolando velas, velas blancas
tiernas dunas blandas de tus arenales.
Cuando tu mirada se extienda
para ver las cosas bellas,
yo te prestaré mis ojos
para que goces al escuchar
nuestras caracolas
y las glorias de nuestro amor deslumbrante.
El día que te invada la nostalgia
y cuando el sollozo llegue a tus entrañas,
esa dolencia que soportes
la fundirás en lo más recóndito de mis arpas,
o tal vez, tal vez, si vas penando de melancolía
por las sendas angostas y taciturnas
no temas, ángel mío, no temas,
no temas pasar a mi cabaña.
Y cuando tus pupilas
quieran entrar dentro de las mías
desde el umbral de tu alma,
porque te ahogan tus ansias locas
y no puedas alcanzar tu tierno amor por ciertas causas,
no temas, ¡oh! bien mío!, no temas,
no temas pasar a mi cabaña.
Mas cuando tu boca
la tengas que cerrar por no poder besar
aquellos labios de nácar
y no puedas alcanzar la hermosura
de tu bendito amor
ni disfrutar de su alma inmaculada,
no temas, airecillo mío, no temas,
no temas pasar a mi cabaña.