Me despedí sin querer hacerlo,
Buscando en tu mirada
esa ansiada respuesta
pidiendo que me quedara.
Pero tus ojos
estaban clavados
en ese reloj
que marcaba el final
de la ultima hora
que nos quedaba juntos.
Y desde ese mismo instante,
ya jamás volviste a mirarme.
Tu boca pronunció un seco adiós,
haciendo gala de esa frialdad,
que tan solo tu eres capaz de expresar.
Era un adiós de verdad,
de los que se sienten en el alma,
Eterno e implacable.
De los que te convierten directamente en pasado.
Un adiós que cerro todas las puertas
a cualquier pronostico de una vida juntos.
Volviste a tu rutina diaria,
en donde no hay lugar para mi.
Y mientras a absolutamente nadie le importaba,
probablemente ni tan siquiera a ti.
Me marchaba,
caminando de espaldas hacia la salida.
Habiendo pronunciando mis ultimas palabras fallidas hacia ti,
aún con la falsa esperanza,
de que me miraras a los ojos como siempre solías hacer.
Pero tu allí parada,
te quedaste inmóvil mirando hacia otro lado...
Y sientiéndome envuelto en un halo de hostilidad
cruce la puerta abandonando ese lugar.
sin quererlo, dejándote atrás.
caminando por las calles,
sin en ningún momento dejar de mirar atrás...
Habiendo perdido una batalla que no podía ganar.
Lanzaste a la basura mi amor exclusivo de cuatro años...
como si fuera un juguete roto de mala calidad.
con un simple gesto,
me convertiste en una anécdota del pasado.
Destinandome inevitablemente al olvido.
Condenado eternamente a la incertidumbre,
de no saber si me has querido alguna vez.
Sintiéndome culpable de un amor inútil,
aunque puro y real.
Tan solo dejando como legado de mi inútil amor por ti,
una colección de poemas de dudosa calidad
y algun que otro beso guardado,
que jamás te llegue a dar.
Condenado eternamente a caminar por la calle,
siempre mirando atrás.