TE SIENTO ENTRE MIS VENAS
Bendito fue el instante en que ardiste
mis inmaculadas amapolas
y cultivaste mis negras perlas
en el fondo de mis arenas
y en el aura de mi alma
¡Oh! Calandria mía,
te siento en esta lejanía
en la tenue voz del alba
en esas brisas ansiosas y frágiles
de tus ojos que son flechas y se clavan
en las estepas de mis entrañas.
Estoy sediento de tu boca
y de tu lago, agua salada.
¡Oh! Diosa mía escucha esta balada
que te canto desde el bosque
donde tengo una cabaña
para ti, ¡Oh! “sole mío”
hechicera de mis playas
te siento entre mis venas
y las venas me dilatas,
al verte doncella mía
al verte me desangras y disecas con tu mirada
y me consumo en mis batallas
por quererte aun distante
este abismo verdugo que nos separa.
Selva mía, sálvame de este llanto mío
que me aflige y me desgana
de todos mis alientos por sucumbirme
de amor, mi enamorada.
¡Oh! Dulce mía, cada día,
y en cada instancia
en que se posan tus pupilas
en mis barcas
las estrellas nos consagran
y nos dicen, bendito vos
que sois la luz de la alborada.
A ti te digo amada mía
que eres la senda de mis anáforas
y canal fugitivo que se imana a mis entrañas
como la hiedra que hunde
al grueso tronco y a la verde rama.
También te digo,
que grandes han sido nuestras miradas
que magno ha sido poder beber la luz de tu sombra
y de tus pestañas, de tus iris y niñas
que embelesan a las mías
que están perdidas y enamoradas
¡Cómo te abrazo en el viento,
cómo te beso en el aire,
cómo se ensancha mi pecho
cuando me entregas tus labios!
Y eres mi musa en el tiempo
y eres mi verso asonante.
Y sé que en mis odas me besas
tan sedosa, tan suave y tan amante.