¿Por qué canto consignas al filo de esta lluvia de balas?
Ayer; es febrero aún, andaba lóbrego surcando a cuestas el camino a casa.
Cascos grises enrojecen mi iris que venían amarillos por el hambre,
Con las botas sucias de un rojo apocalíptico el fanático me sopló la cien,
Nunca vi a un perro correr detrás de un horizonte y haber tomado el vuelo del ocaso.
¿Por qué canto consignas dentro de la casa de mi asesino?
Esta tarde, aún no cae la noche, me puse un verdugo para que el gas no me asfixiara,
Tanquetas blancas como carros fúnebres se deslizan apuntando mi corazón,
En las barricadas, logré fotografiar el sol sobre el lomo de los indignados,
No dejaba de llover racimos de piedras sobre la cabeza del hombre de gris.
¿Por qué canto consignas en el velatorio, en este camino funeral?
Desde que salí de la fábrica, andando por las calles de esta ciudad de desraizados,
Me vi, era yo al lado mío, silbábamos tristes mintiéndole al tiempo,
Rogando que ya fuera mañana y dejaran descansar en paz mi alma que se fue sola,
sin el último derroche de balas, las balas se crearon para los malditos.
¿Por qué canto la consigna: las balas se crearon para los malditos?
Si los caídos que lloro con recelo son los querubines de un amanecer posible,
Sí, los muertos son de la misma madre que una vez parió nuestros abuelos,
Si entre tantos patriotas por qué no se matan los de blanco cuello,
Sí, comienzo a creer que mi consigna no tiene votos en la tierra ni en el cielo.