Las grandes historias siempre estuvieron hechas de pequeños momentos...
Y ellos parecían dos niños escribiéndose cartas de amor a escondidas del mundo.
Para él, ella era como esas princesas de los cuentos , que se asoma al atardecer a la torre del castillo para que el sol dé resplandor a su figura.
Ella cada vez que lo imaginaba, veía como la luz del cielo se reflejaba en sus ojos , en su rostro hallaba el reflejo del aire fresco de la noche . Y cuando él le sonreía era como si viera un campo de amapolas, dulce, tímida y neviosa.
Atesoraban cada momento compartido, cada detalle , y vivían cada uno con el recuerdo del otro.
Esperando que algún día el tren de alguno de ellos parara en la estación del otro.