Cefiro

Salve Maestro Horacio

¡Salve Maestro Horacio!

Roble fecundo y eterno

que imprimiste en nuestras mentes

la dulce y noble palabra poesía.

Oh, Maestro Horacio,

dignísimo heraldo de la Palabra,

recorriste el mundo de las Letras

hasta alcanzar la altura sempiterna

para unirte al coro celeste de los querubes

que eternamente alaban y cantan

al Gran Arquitecto, fuente viva de tu Genio.

 

¡Salve, Maestro Horacio!

Peregrino de los caminos literarios,

cuyas ideas cruzaron el espacio

y ahora brillan cual estrellas eternales.

Venerable trovador de los senderos,

nos diste a beber de tus sabias ideas,

como la fuente que sacia la sed

de los que transitan buscando felicidad.

Augusto rapsoda de los dioses,

con tu divina lira cantaste

las penas y alegrías del hombre,

danos tus celestiales acordes

para vivir en paz y armonía.

 

¡Salve, Maestro Horacio!

Magnánimo caballero portovejense,

salido de la cuna de Santa Ana,

a cantar las glorias de nuestra tierra,

a formar las mentes juveniles,

a crear belleza con las palabras,

a sembrar cultura en el alma,

hoy ya no estás con nosotros,

pues tu Creador te ha llamado

a gozar de la eternidad infinita 

donde tus versos y tus prosas

son constelaciones de ambrosía

que confortan mi ánima y calman la pena mía.

¡Salve, Maestro Horacio!

Respetable juglar de nuestra tierra,

te has ido como ave de paso,

te has ido como tarde placentera,

te has ido como el sol en su ocaso,

te has ido como la suave brisa vespertina,

te has ido como ruiseñor enamorado,

a conquistar nuevas tierras

donde las rosas nunca mueren,

donde las fontanas nunca se secan,

donde el día es siempre día,

donde la luz es siempre luz,

donde la juventud no envejece,

donde todos nunca mueren,

donde Dios es eternamente Dios.

 

¡Salve, Maestro Horacio!

Insigne guerrero de la vida,

maestro del Arte y la Cultura,

panal de elocuencia beatífica,

general admirable de la juventud,

agraciado hijo de las Musas,

te has adelantado en el camino,

has llegado a la Patria verdadera

donde brillas cual lucero resplandeciente

en el firmamento infinito de la existencia.

 

Se fue mi maestro, se fue mi maestro,

se ha ido con rumbo al horizonte infinito

y por eso le canto:

¡Salve, Maestro Horacio,

Salve, Hidalgo bendecido

que te unes al río Portoviejo

por muchos y muchos recorrido,

para no dejarnos solos,

para compartir nuestras agonías,

para transitar nuestro sendero

y sentir cercana tu presencia

y ser con nosotros, nuestro fidelísimo compañero!