Sigamos amándonos…
Cuando estiré mi verbo hasta tu piel dormida,
con ese dejo triste que tiene mi hombría,
yo no pretendía perturbarte tanto
y, aún mucho menos, hacerte algún daño.
Despertaste toda (tu selva de encantos),
rugieron las fieras que estabas guardando,
y alzaste en el aire un gran arco iris,
luego de la lluvia, la tormenta y rayos...
Tu sonrisa abriste, como un relámpago,
me ataste con besos, caricias y abrazos...
Has amanecido...
y me llenas con flores y cantos de pájaros.
Yo no había pensado... pero ya empezamos,
entonces sigamos... ¡sigamos amándonos!