¿Qué pasión ocultas, amiga mía,
tras las cuencas de tus ojos?
¿Por qué siempre esa manía
de imponer candados y cerrojos?
Ven, canta a la primavera veraz,
deshazte de ataduras,
¿No es tu boca locuaz,
y de gloria sus dulzuras?
Y grita feliz, sin miedo,
si pincha el amor tu costado
que las mieles de Quevedo
dulces pasean su hado.
Ríe burlona sobre el pasto
saca la alergia de tu mente,
arrójala en un rincón casto.
Busca entre rosas un halago,
Sé Eva, mujer viviente,
y olvida las brumas del pasado.