También algún día me iré, y se quedarán mis amigos,
Como los honestos testigos de lo que algún día canté;
Y recordarán a Gonzaga como el que cantaba al dolor,
El que le cantaba al amor o a esa fatua sombra que vaga,
Como un fantasma entre la nada, que su gran misterio guardó
Y que tan sólo develó a esa loca alma enamorada;
Mas él la compartió con todos como aquel audaz Prometeo
Que le arrebató el noble fuego a los dioses, que muy incómodos
Lo condenaron sin piedad, a continuar encadenado
Para sentirse devorado todos los días con crueldad;
Y es que no hay condena fatal, ni martirio más inhumano:
Que ver sufrir a algún hermano sin que lo puedas evitar…