Nadie ha venido a ver dónde moran mis tormentos
y dónde, el profundo suspiro de mi dolor.
Sólo tú, dulce armonía mía, sólo tú has venido.
Nadie puso bandera en la cumbre de mi boca
ni en la gris cabaña de mi triste agonía.
Sólo tú, orilla de la selva, sólo tú lo has querido.
Nadie en el mundo quiso besar mis quebrantos
ni enternecer mi solitario y débil rostro.
Sólo tú, perla divina, sólo tú lo has besado.
Nadie puso el empeño de mirarme
ni de postrar sus ojos encima de los míos.
Sólo tú, crepúsculo mío, sólo tú me has mirado.
Nadie, ni de mi presente ni de mi pasado,
ha escrito un verso en mis labios.
Sólo tú, amapola mía, sólo tú lo has logrado.
Nadie tan hermosa como tú me ha hechizado
del crepuscular amor, sólo tú, “Dulcinea” mía,
sólo tú me has embriagado.
Nadie en la tierra me ha hecho tan feliz
como el verso de tus labios.
ha visto tan celeste amor
como yo lo vi en tus ojos mansos.