Enrique Dintrans A.

OJOS DEL INFINITO

Más de una vez he sentido
una indigestión de infinito.
Hoy ha sido una excepción involuntaria
algo así,
como una náusea retroactiva.

Navegaba en un pozo oscuro
sin rumbo preciso.

La prisa se me vino en mente
para dar un banquete de recuerdos
a las numerosas pinturas que colgaban
en el horizonte.

Por cierto, aquí hay una contradicción lumínica
de considerables proporciones.
mi discreta embarcación fue holgadamente a la deriva.

Parece que la hiel prefirió modificar su química interna,
pero se equivocó al elegir el vapor,
lo que me produjo un estornudo.

Y después del hipo
se iluminó mi caverna.
por lo que pude percatarme
de ciertos cambios estructurales en mi nariz
al verme en un espejo imaginario.

Contraviniendo mi decreto
invoqué los pinceles del arcoiris
para desatar los nudos de mi fantasía.

Nunca imaginé que de las pinturas brotaran esqueletos.
Confieso que no puedo dormir tranquilo
con esos ojos infinitos que me miraron
desde la tiniebla.